29 de agosto de 2008

Marketing

Son los padres del marketing. Están "embarazados" y:

- Desde que se enteraron, el mundo dejó de girar, se terminaron las guerras y el hambre y los problemas políticos.

- Se sacan fotos con la panza en primer plano, a contraluz, al lado de una ventana, al lado de un cordero, cualquier cosa, manos de los dos sobre el vientre y las suben a internet, se hacen álbumes, se imprimen un cuadro gigante, etc.

- Se compran libros que nunca leen.

- Compran compulsivamente Ser Padres Hoy o algunas parecidas y si encuentran una importada, mejor, no importa lo que cueste. Y después miran las fotos. Raramente leen algún artículo completo.

- Empienzan a buscar, en internet, colegios y universidades para niños genios.

- Hablan solamente de la "felicidad" del embarazo.

- Dicen todo el tiempo que se sienten "inmensamente felices" y/o "en una nube".

- Enfatizan constantemente sobre los colores con los cuales pintarán el cuarto del bebé, y te imaginarás, investigan sobre feng shui, reiki, sobre los colores que le hacen bien al bebé, sobre el "buen gusto" que tienen y que le quieren transmitir al niño desde su nacimiento.

- Empiezan con las indirectas "Ya pasaron los tres meses así que ahora se pueden recibir regalos" "Acuérdense que falta poco, eh, así que vayan sacando la billetera". "Tenemos casi todo, nos falta una cajonera, el almohadón para el bebé, la chichonera, la esterilizadora de mamadera...vistes", "Me parece que vamos a abrir una lista de nacimiento, como las de casamiento, vistes".

Y nadie les dice "La pueden cortar un poco? Cansan!"

20 de agosto de 2008

Vestido

Gabriela, hija única, padres católicos. Colegio católico. Misa todos los domingos, pero eso sí, en la catedral, nada de capillas. Clases de piano dos veces por semana después de salir de la escuela de monjas.

La rutina, las órdenes, los deberes, a Gabriela nada le movía un pelo. Siempre hacía lo que los padres mandaban y todos felices. Miraba tele, leía revistas y, a pesar de que odiara el colegio y media clase la ignorara, ella estudiaba. Hasta ahí pero estudiaba.

Los padres, nunca conformes, secretamente deseaban que la hija fuera abanderada, que la subieran a un escenario, que se destacara, que mirara a todos desde arriba. Pero la única oportunidad que Gabriela tuvo de mirar desde arriba de un escenario fue cuando en tercer grado la maestra la eligió para que hiciera de árbol. Y ya.

Los años pasaron, Gabriela cumplió 15, tuvo su fiesta y conoció a Pablo una vez que fue a bailar. Mamá y papá vigilaban de cerca los horarios y los comportamientos de Gabriela pero todo parecía tranquilo y normal. Gabriela y Pablo, adolescentes al fin, con las hormonas en total ebullición no podían dejar de mirarse y besarse sin que se les prendiese fuego los genitales. Pero Gabriela siempre la tuvo clara: "Al matrimonio llego virgen".

Virgen de dónde? Gabriela accedió a ir a la cama, y preservaba su honor porque había otros lugares por donde Pablo (y ella, para qué negarlo) satisfascía sus instintos sexuales. No era el lugar por el cual le hubiese gustado debutar a Pablo, pero antes que nada...

El noviazgo adolescente terminó cuando Gabriela cumplió los 21 y conoció a Joaquín, atlético, casi dos metros de altura y olvidó sus prejuicios y aprendió a disfrutar de una sexualidad sana.

Al cabo de dos años, mientras preparaba los últimos detalles de su casamiento que ocurriría en un mes y medio, Gabriela descubrió que estaba embarazada. Qué mala suerte! Qué descuido!

Qué hacemos!? La fiesta? La gente? Qué dirán? Y el vestido!?!? No me va a entrar!!!

Sigilosamente, sin decirle nada a Joaquín, Gabriela confió en su católica madre. Mamá le cruzó la cara de un cachetazo pero no lloró.

La arrastró hasta un lugar oscuro y sucio donde una mujer con una cara horrenda le dijo que abriera las piernas.

Y al cabo de dos horas salió Gabriela, libre de culpa y cargo, lista para seguir planeando su fiesta de casamiento y con el alivio que da la tranquilidad de saber que el vestido (blanco e inmaculado) le iba a quedar como soñó.