20 de agosto de 2008

Vestido

Gabriela, hija única, padres católicos. Colegio católico. Misa todos los domingos, pero eso sí, en la catedral, nada de capillas. Clases de piano dos veces por semana después de salir de la escuela de monjas.

La rutina, las órdenes, los deberes, a Gabriela nada le movía un pelo. Siempre hacía lo que los padres mandaban y todos felices. Miraba tele, leía revistas y, a pesar de que odiara el colegio y media clase la ignorara, ella estudiaba. Hasta ahí pero estudiaba.

Los padres, nunca conformes, secretamente deseaban que la hija fuera abanderada, que la subieran a un escenario, que se destacara, que mirara a todos desde arriba. Pero la única oportunidad que Gabriela tuvo de mirar desde arriba de un escenario fue cuando en tercer grado la maestra la eligió para que hiciera de árbol. Y ya.

Los años pasaron, Gabriela cumplió 15, tuvo su fiesta y conoció a Pablo una vez que fue a bailar. Mamá y papá vigilaban de cerca los horarios y los comportamientos de Gabriela pero todo parecía tranquilo y normal. Gabriela y Pablo, adolescentes al fin, con las hormonas en total ebullición no podían dejar de mirarse y besarse sin que se les prendiese fuego los genitales. Pero Gabriela siempre la tuvo clara: "Al matrimonio llego virgen".

Virgen de dónde? Gabriela accedió a ir a la cama, y preservaba su honor porque había otros lugares por donde Pablo (y ella, para qué negarlo) satisfascía sus instintos sexuales. No era el lugar por el cual le hubiese gustado debutar a Pablo, pero antes que nada...

El noviazgo adolescente terminó cuando Gabriela cumplió los 21 y conoció a Joaquín, atlético, casi dos metros de altura y olvidó sus prejuicios y aprendió a disfrutar de una sexualidad sana.

Al cabo de dos años, mientras preparaba los últimos detalles de su casamiento que ocurriría en un mes y medio, Gabriela descubrió que estaba embarazada. Qué mala suerte! Qué descuido!

Qué hacemos!? La fiesta? La gente? Qué dirán? Y el vestido!?!? No me va a entrar!!!

Sigilosamente, sin decirle nada a Joaquín, Gabriela confió en su católica madre. Mamá le cruzó la cara de un cachetazo pero no lloró.

La arrastró hasta un lugar oscuro y sucio donde una mujer con una cara horrenda le dijo que abriera las piernas.

Y al cabo de dos horas salió Gabriela, libre de culpa y cargo, lista para seguir planeando su fiesta de casamiento y con el alivio que da la tranquilidad de saber que el vestido (blanco e inmaculado) le iba a quedar como soñó.

9 comentarios:

Francis dijo...

impresionante historia, no pensé que iba a terminar así.

slaudos

La Dueña dijo...

Uf!!! que fuerte.

Anónimo dijo...

¡Que pasen más cosas como estas por favor! Quiero leer más!

Anónimo dijo...

esas cosas pasan en la realidad y no entiendo como la gente dice pelotudamente q se acaben los prejuicios y bla bla bla..

si una pobre negrita villera le pasa algo asi todos se le cagan de risa, la tildan de puta, de lo q quieras.. pero si una boludita concheta le pasa algo asi se tapa de una y a otra cosa mariposa..

y con eso de que se acaben los prejuicios tenemos una sobrepoblacion de la puta madre..

y todo eso salido de chicas a las q nadie se molesto en cuidar o enseñar como cuidarse hasta q les vieron la panza con 9 meses o ya pariendo..

asi 'tamos :S salu2 buen blog :)

Ariana Aaron dijo...

Francis Bean,

gracias.

La Dueña,

claro que sí.

Indigo,

bueno, espero darle el gusto. Gracias.

Superterrorista86,

Coincido perfectamente. A veces el color de la piel condiciona, no? Gracias por pasar.

Bandida dijo...

te inspiraste en alguna historia real que te comentaron?

Ariana Aaron dijo...

Cynthia,

sí. Como dicen por ahí "No lo soñé".

Anónimo dijo...

Hmmm.. se parece demasiado a la letra de una vieja cancion de Shakira..
http://letras.terra.com.br/shakira/35920/

copycat =P

Ariana Aaron dijo...

Ah si?

Gracias por el dato pero ni idea. De Shakira conozco nada y te digo que lo que escribí sucedió y conozco la persona involucrada. Lo cual demuestra que es algo común. Gracias por pasar pero no soy ninguna cat ni ninguna copycat!