Docente

Cuando uno es grande siempre recuerda a tal o cual maestra/o que tuvo, que signó nuestro camino con alguna frase sabia o un comentario que nos hizo mucho bien.

Tengo algunos de esos recuerdos, pero no de vos.

Ahora que estoy crecida veo que, a pesar de que a veces son unos monstruos, los niños en esencia son inocentes e indefensas criaturas; y es cuando menos entiendo tus actitudes y comportamiento.

Vos, maestra de aula primaria, te pensabas que una vez adulta me iba a olvidar de tus frases grandilocuentes e hirientes, de tus actitudes antipáticas y sonrisa falsa ante los padres.

Vos que gritabas en el aula como una desaforada, eras la primera en derramar lágrimas de cocodrilo en cualquier acto escolar si notabas que había padres que te miraban.

Vos, loca autoritaria, una vez nos hiciste pasar a todos (a todos!) al frente, con nuestros 7 años a cuestas, para preguntarnos A CADA UNO y en voz alta si nos habíamos higienizado esa mañana, después de haber hecho pis y cómo lo habíamos hecho.

Nos gritabas si no nos salía una suma, no explicabas cómo querías los planteos, simplemente tachabas, gritabas y empujabas para que volviéramos a nuestros bancos.

Una vez te hice frente y llamaste a mi madre. Mi madre repitió lo que dije en casa. Me llamaste aparte y me desafiaste a que hablara. Lo hice, dije lo mismo que le dije a mi madre, me miraste seria, no hablaste más y me mandaste a sentar.

Ojalá un día te cruce y ojalá estés con bastón. Te haría una dolorosa zancadilla y veríamos quién ríe más.